24 de enero de 2013

"Sin conocer a nadie"

Texto archivo (Elizabeth Lino Cornejo) de la presentación del libro "Oía mentar la hacienda San Agustín" realizado el martes 4 de diciembre de 2007 en el centro cultural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 

SIN CONOCER A NADIE 

"Domingo, día particularme apagado, entre amarillo y gris, pero siempre apagado. Así fue como había llegado a la hacienda, de mañana y sin conocer a nadie. Unos meses después me marcharía con los zapatos sucios y con buenos amigos, entre polvo y de tarde. Al subir a la combi vi a Deivi con unos muchachos, al mirarlo noté que llevaba algo negro."¡Caramba!", fue lo único que dije porque era mi grabadora la que tenía en sus manos. "Toma, la olvidaste, las chicas me han mandado a que te la devolviera". Alejandro Hernándes Panaifo 

Sin conocer a nadie…así fue como llegamos a San Agustín, por aquel camino de tierra, aquella vez en la línea 20 Sarita Colonia que hacía la ruta desde el parque de las leyendas hasta la antigua hacienda. Sin conocer a nadie y conociendo a medias el tema de expropiación de tierras y el proyecto de ampliación del aeropuerto. Ibamos a buscar personas que nos contaran historias, historias de aquel lugar que en algún tiempo dejaría de existir y del cual sólo la memoria podría dar cuenta. 
Comenzamos a caminar y a preguntar, fue la curiosidad y espontaneidad de los niños la que hiso que encontráramos nuestras primeras referencias “La señorita Juana sabe” “ella es la más antigua de la hacienda”, de esa forma conocimos lo que fuera en su momento de auge en aquel ingenio azucarero, la ex casa hacienda. Sus paredes derruidas y la tierra seca antecedieron al encuentro con Juana y Dora Barrantes Enríquez y en sus historias de vida comprendimos porqué era para la comunidad el referente autorizado para “contar “ la historia de la hacienda. De ellas llegaron a nuestras manos las primeras fotografías de antaño en la hacienda, supimos del padre Yonekawa, de la Hermandad de San Agustín y su fiesta patronal, de los japoneses, de los yanacones y de las consecutivas generaciones que ellas habían educado. Nos enamoramos de sus historias, de su pasión y vocación por la educación y los niños. 

Luego conocimos a las señoras del comedor popular; entre risas, anécdotas y la predisposición de entregarnos su tiempo conocimos otra parte de San Agustín, las luchas de la comunidad, el trabajo en la tierra, los problemas sociales, las historias familiares, las carencias y los sueños. Lo que se dice, lo que deja de decir, lo que se cuenta, lo que se oye en las calles, lo que hace la vida cotidiana. 
El encuentro con los niños también fue significativo, pues, a través de sus palabras vimos la capacidad de construcción y reconstrucción del imaginario popular, en sus relatos asociados con sus juegos y la realidad de su espacio de vida, para nada privilegiado. En sus voces las personas, los habitantes de la hacienda, el aeropuerto y los aviones se convirtieron en personajes. 

Los jóvenes entre sueños y desesperanzas nos relataron la dura realidad, el abandono y la falta de oportunidades al que se enfrenta y vive el joven de hoy en el Perú. Para ellos la visión romántica y juguetona de los niños sobre la acequia, el trabajo en los campos de cultivo, el aeropuerto y los aviones se transformaron en un problema al que se "tiene" que buscar una solución. El encuentro con algunos dirigentes y ex dirigentes comunales fue necesario para enfocar el problema político, el litigio de tierras, la ampliación del aeropuerto y el problema aun sin resolver “ ¿ a donde iremos? " 

San Agustin como comunidad de convivencia es un Perú en pequeñito, donde conviven los nakasone, los shimabukuro, los galves, los mercado, los bravos, los quispe y los huayhuas, un conglomerado cultural y racial de los mas variado, un resumen de nuestra realidad nacional. "Oia mentar la hacienda San Agustín" es todo aquello, y pretende llamar la atención, levantar la voz, que finalmente es la razón de ser del testimonio, sobre el desamparo de los gobiernos, sobre aquello que con pies enormes, llamado modernidad nos está despojando de espacios naturales, productivos y vitales, sin planes concretos que beneficien a las personas que lo habitan. Sí, modernidad ¿pero a costa de qué?. Sin conocer a nadie fue como llegamos a San Agustín, por la carretera Gambeta en el Callao, y hoy se han creado lazos afectivos con una comunidad que volcó su confianza, sus recuerdos, su memoria...a ellos nuestro aprecio y gratitud. 

Parte del libro "Oía mentar la hacienda san Agustín" puede leerse aquí: http://bit.ly/vwsfn0


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